Thursday, March 5, 2009

Tres días / Tres noches

Obedecer a Dios no es siempre fácil. De esto, si hablara, nos daría testimonio la pobre ballena que se tuvo que tragar a Jonás. Esta historia la encontramos en el Antiguo Testamento (en realidad hace mucho que no leo más que los evnagelios pero en estos días me encontré con la frase de Jesús: "...estuvo Jonás en el vientre del gran pez..." (Mt 12,40). Jesús mencionó pocos profetas en su predicación, pero mencionó a Jonás que se pasó tres días y tres noches en el vientre de lo que suponemos fue una ballena.

Jonás quería apartarse de la presencia de Dios. Dios le estaba pidiendo algo que Jonás no quería ofrecer. Dios le pedía a Jonás que se dejara transformar por El. Dios quería hacer de Jonás un canal de Su amor y de Su misericordía. Jonás no estaba en eso. Jonás estaba centrado más en lo que él quería de Dios que en lo que Dios quería de él. Se subió a un barco para alejarse del "lugar" en el cual había tenido la experiencia de Dios llamandole a dejarse transformar.

Se desata una tormenta que los marineros pensaban que el barco se partía en dos. Todos oraban. Jonás dormía. Jonás no quería ni hablar con Dios, no sentía ganas. El capitán le despierta y le dice que se ponga a orar. Pero Jonás sabía que al orar entraría a la presencia de Dios, y Jonás le estaba huyendo a esto. Pues la presencia de Dios es la que transforma nuestra vida.

Echan a Jonás al mar. De seguro que tanto los marineros como Jonás pensaron este es el fin. Pero Dios tenía preparado un gran pez para que lo tragara. En ese instante la ballena salvó a Jonás. Jonás iba a morir y la Ballena le salvó. Mejor dicho Jonás iba a morir y la ballena obediente le salvó. Dios le salvó a través de la obediencia de una ballena.

Jonás no quería hacer lo que Dios le pedía, la ballena hizo lo que Dios le pidió. No sé si la ballena oraba o no, pero si usamos nuestra imaginación podemos ver a la ballena tranquilamente nadando en el oceano y de repente le dice el Señor en su corazón: "Nada más hacia la izquierda, de repente caerá un hombre al agua, cuando le veas trágatelo, no lo mastiques... sólo tragatelo... luego te diré que hacer". Pobre Ballena. Quien sabe si era vegetariana, como la mayoría de las ballenas. Se tuvo que tragar obedientemente lo que Dios le pedía. Esta debió ser una de las experiencias más transformadoras no tan sólo para Jonás sino para la Ballena.

Ella, vuelvo y digo, si hablara, nos contaría como al obedecer a Dios fue instrumento de salvación para otros, sí para otros, porque al ayudar a Jonás ayudó a toda una muchedumbre. A toda la ciudad de Ninive. Que hubiese sido de Jonás si la ballena hubiese dicho que no. Que hubiese sido de Nínive si la ballena hubiese dicho que no.

Nos diría que la gloria no es para ella sino para Dios, que a ella no le agradaba el hombre ese, pero que ella lo hizo porque quería agradar a Dios. Si no fuera por el deseo de Dios en ella, ella sería una ballena más sin sentido y sin un testimonio que contar.

Si la ballena hablara nos contaría como tuvo que tragarse al tipo ese sin masticarlo. Muchas veces tenemos que "tragarnos" personas sin masticarlos, es decir sin hacerles daño. Tragarnos situaciones. Tragarnos momentos de dificultad. Tragarnos la compañía de personas que no ven a Dios como nosotros lo vemos o no comparten nuestro estilo. Y nosotros al igual que la Ballena debemos "tragarlos sin masticarlos", sin dañarlos.
Quizás la ballena se decía: "Yo no soy mejor que nadie. Este sabe raro, piensa diferente, no obedece al Señor pero por ello no tengo derecho a dañarle". Obviamente esto diría ella si hablara.


La ballena tuvo que cambiar de ruta, de plan, de gustos, de "alimentación". Ella aprendió que lo que más fortalece y aliemta nuestra fe es obedecer a Dios, aunque no entendamos. Pobre ballena se tuvo que tragar a Jonás. Ese no era su plan. Quien sabe si le tenían preparada cena en la casa, se tuvo que pasar tres días y tres noches sin comer nada, pues tenía la panza llena, llena de la voluntad de Dios, Dios quería que ella no comiera nada más que su voluntad. A veces Jesús mismo dejaba de comer diciendo que su alimento era hacer la voluntad de Dios.

Hay personas que viven de predica en predica, de una conferencia a otra y nunca aprenden nada. Si esta ballena hablara y nos diese una predica una conferencia de auto-ayuda nos diría que la mejor auto-ayuda es obedecer a Dios, creerle, confiarnos a El y que ayudemos a los demás, que dejemos de pensar tanto en nosotros, en nuestros gustos y planes, y que pensemos y ayudemos a los demás. Esto transforma nuestro corazón, nuestra mente y así podremos vivir mejor. La verdera auto-ayuda es otro-ayuda quiere decir ayudar a otros.

A los tres días y tres noches, la ballena obedientemente vomitó a Jonás a la orilla del mar. En estos tres días y tres noches Jonás tuvo que profundizar, mar adentro y descubrió que Dios está en todo lugar. Hasta en el oscuro vientre de una ballena. La ballena al fin sacó de su interior al Jonás desobediente. Todos tenemos dentro un Jonás desobediente que tenemos que vomitar. Un Jonás que no quiere ser transformado. ¡Saquémoslo de adentro! Todos tenemos dentro como lo tuvo la ballena un Jonás que no quiere el plan de Dios y que está centrado en sí mismo, ¡Saquémoslo de nuestro interior! ¿Cómo? Obedeciendo a Dios.

En fin, si en el cielo hay un acuario, espero encontrarme con esta bendita ballena, pobrecita, se tuvo que "tragar" a Jonás. Le daré las gracias por su testimonio. Le daré las gracias por enseñarme a tragar sin dañar, le daré las gracias por enseñarme que la verdadera auto-ayuda es la otro-ayuda. Le daré las gracias y nadaré con ella sin temor a que ella me trague, porque si llego al cielo y en el nombre de Jesús llegaré, es por El y porque he sacado al Jonás desobediente de mí. Nadaré en paz.